El pasado martes 19 de diciembre, entró en vigencia el convenio que evita la doble tributación entre Chile y Estados Unidos. Para nuestro país, el acuerdo tiene como principal inspiración atraer más capital de inversionistas norteamericanos a Chile: según cifras del Ministerio de Hacienda, hoy dichos inversionistas representan el 10,9% de nuestra inversión extranjera.
A pesar del llamado “onshoring” como respuesta a la reciente crisis que el mundo enfrentó en su cadena de suministro, las economías siguen estrechamente conectadas y compiten a nivel global. Es de la mayor importancia que cada nación entregue los incentivos necesarios para atraer capital incremental; nuestro país no es la excepción y, por eso, es deseable que cualquier modificación en materia fiscal permita bajar los costos de transacción y facilite el flujo de capitales entre Chile y Estados Unidos.
Pero el convenio de doble tributación también pretende incentivar que inversionistas chilenos expandan sus fronteras e inviertan en Estados Unidos.
Habiendo una gran cantidad de destinos para la inversión, tanto dentro de Chile como en el extranjero: ¿por qué hacerlo en Estados Unidos? Se trata de una economía madura cuyo mercado de capitales ha tenido un desempeño muy superior al de sus comparables durante los últimos 20 años. ¿Hay espacio para seguir obteniendo buenos retornos? Leemos noticias con frecuencia que nos hablan de un clima político crecientemente polarizado, de una desesperanzadora falta de renovación en sus líderes y de un balance fiscal muy exigido. ¿Es razonable pensar que la iniciativa privada seguirá dando frutos?
Aunque nadie tiene acceso al oráculo, y a pesar de atravesar un momento geopolíticamente complejo, sumado a inusitadas presiones inflacionarias, Estados Unidos sigue siendo un destino atractivo para el capital. Algunos de los motivos que explican lo anterior son:
- La economía norteamericana mostró un crecimiento anualizado del 5,2% el tercer trimestre de 2023, aún habiendo fijado su tasa de política monetaria en el punto más alto de los últimos 22 años y de haber empezado el ciclo alcista hace más de 20 meses. Dicho impulso compara con una fase de franca desaceleración en otras regiones del mundo (la zona euro comunicó un crecimiento de 0,1% anual para el tercer trimestre de este año).
- Es, con distancia, la economía más grande del mundo (25,5 trillones de dólares en 2022) y se ha multiplicado por 2,5 desde el año 2000, tratándose del crecimiento más vigoroso del mundo después de China.
- Estados Unidos es un gran polo de desarrollo y atracción de capital humano, y cada año que pasa avanza en la consolidación de su liderazgo. De acuerdo al último ranking (2022) elaborado por The Conference Board, es la quinta economía con mejores índices de productividad del mundo y era la décima el año 2000. Según el Global Innovation Index, estaríamos frente a la segunda jurisdicción más innovadora del mundo (solo superada por Suiza), habiendo sido la quinta en 2013.
- Aunque ha disminuido marginalmente el porcentaje de reservas globales denominadas en dólares, éstas siguen representando el 60% del total y el dólar seguirá siendo la moneda de referencia por muchos años más. La resistencia a que dicha preferencia cambie tiene que ver con la liquidez disponible y, en esa dimensión, el dólar no tiene competencia. Ganar exposición a un negocio cuyo riesgo está inherentemente unido al dólar, es garantía de una mayor robustez cambiaria, especialmente en tiempos volátiles.
Si bien invertir en Estados Unidos puede ser atractivo para personas naturales y es cada vez más fácil conseguirlo a través de las múltiples herramientas y plataformas ofrecidas por diferentes administradores de activos, los flujos de capitales se acentuarán en la medida que el mundo corporativo también lo considere en su abanico de alternativas. Para dar este paso, es necesario recorrer una curva de aprendizaje que toma un poco de tiempo pues se trata de un destino con algunas peculiaridades:
- Los vendedores de empresas privadas, cuyas acciones no transan en ninguna bolsa de valores, son, usualmente, fondos de inversión. Dichos fondos tienen una vigencia predeterminada y son constituidos para completar un ciclo de inversiones, tras lo cual se liquidan y retornan el producto de ésta a sus aportantes. Esta particular fisonomía les impide mantener un patrimonio o activos suficientes para respaldar las representaciones que hacen al negociar un contrato de compraventa de acciones. Por esta razón, cuando venden una compañía, piden lo que denominan un “clean exit” y buscan no arrastrar compromisos con el comprador una vez transferidas las acciones. La manera de adquirir una empresa en este contexto es tomar un seguro de representaciones y garantías que dé al comprador el respaldo que requiere. Desde luego, Estados Unidos no es el único lugar donde se opera de esta forma, pero ha evolucionado hasta hacerse la opción predeterminada.
- Siendo los fondos de inversión quienes más venden y también quienes más compran compañías, el alza en el costo de la deuda haría prever un impacto en las valorizaciones. En el mundo de las transacciones privadas, no parece haber sido así. Si bien ha disminuido el número de transacciones cerradas, los múltiplos se han mantenido prácticamente constantes, particularmente en empresas de tamaño mediano y en determinados sectores. Lo anterior dice relación con que los fondos de inversión en Estados Unidos tienen acceso a cerca de 1 trillón de dólares de sus aportantes (lo que en la industria denominan “dry powder”) y es necesario invertir esos recursos para lograr los retornos esperados y cobrar sus comisiones.
- La preminencia del uso de seguros de representaciones y garantías, ha llevado a estandarizar los procesos de venta de compañías. Los compradores tienen el incentivo a priorizar su “due diligence”, orientándolo hacia la identificación de contingencias impedientes o trasladables a precio, pues el seguro solo cubrirá aquello que no es conocido por el adquiriente, con lo que este no querrá investigar hasta no dejar “piedra sin voltear”. Esta disciplina impuesta por querer cuidar el perímetro en que opera el seguro, hace que los plazos, el perfil de asesores contratados y el tenor de los contratos, se parezcan entre una transacción y otra. Dicha estandarización ha llevado a que el mercado de compra y venta de compañías opere con una inercia difícil de detener y requiere que los nuevos entrantes, como diríamos en Chile, se “suban a la micro” y participen de los procesos con la ayuda de bancos locales.
Los incentivos que vienen aparejados al nuevo convenio llegan en un muy buen momento: la inyección de recursos frescos a Chile ayudará a dinamizar nuestra alicaída inversión y el incentivo a que chilenos inviertan en Estados Unidos abrirá un mundo de posibilidades para las corporaciones locales y para sus ejecutivos. Será necesario romper algunos paradigmas para tener éxito, pero bien valdrá la pena hacerlo.
Diego Bacigalupo
Gerente de Desarrollo de Quiñenco