El dilema de las falsas preocupaciones

Miradas
28 Septiembre

¿Sabes que sólo 1 de cada 10 preocupaciones que cada uno tiene en su interior se terminan haciendo realidad? Al menos eso concluyó un estudio hecho en 2018 por investigadores de Pennsylvania State University (EEUU). Algo similar ocurre con muchas personas por estos días: el acceso a información indiscriminada, en tiempo real, desde cualquier punto del planeta, y con las conocidas dificultades para confirmar su veracidad, hace a los individuos conscientes de una larga lista de potenciales amenazas.

Estar atentos a una creciente cantidad de riesgos suena beneficioso pero tiene un alto costo: el organismo secreta adrenalina y cortisol, y se prepara para reaccionar y sobrevivir. La sobreexposición al cortisol es lo que denominamos estrés y hace que el cuerpo envejezca más rápido, haciéndose más probable que se padezcan deterioros acelerados en la memoria o enfermedades cardiovasculares. En particular, los estudios de Elizabeth Blackburn, Carol Greider y Jack Szostak, galardonados con el Premio Nobel en 2009, permitieron concluir que la exposición a altos niveles de cortisol por periodos prolongados de tiempo, puede gatillar modificaciones genéticas y dañar las estructuras celulares. En otras palabras, un permanente estado de alerta frente a amenazas percibidas puede acortar la vida en lugar de extenderla.

La pregunta que surge naturalmente es si el riesgo de padecer un cuadro de estrés severo es una amenaza aparente más para sumar a la lista o si es la consecuencia inevitable de sabernos expuestos a un creciente número de riesgos potenciales. Es imposible saberlo con seguridad pero lo que sí parece estar claro es que, más allá del daño celular al que ya me referí, los trabajadores expuestos a altos niveles de cortisol producto de un mayor estrés son menos resilientes, menos productivos y menos creativos que aquellos que no secretan esta hormona en grandes cantidades (Sonja Lyubomirsky, 2005).

Cuando se enfrentan escenarios inciertos como los actuales, muchas personas que ostentan cargos de liderazgo dentro de una organización temen promover un ambiente optimista, alegre y positivo porque piensan que les puede hacer ver desconectados de la realidad que viven sus equipos. Lo anterior es un error, los trabajadores necesitan del blindaje que entrega un buen ambiente laboral para poder superar los obstáculos y seguir navegando. La proliferación de pensamientos positivos, aumenta la irrigación de la corteza prefrontal izquierda del cerebro, precisamente al revés de lo que ocurre con la sobrexposición al cortisol. Esto permite tomar decisiones con mayor claridad y planificar mejor.

¿Cómo promover un ambiente de mayor confianza y optimismo? Hay muchas maneras de conseguirlo pero, a continuación, cito algunos de los ejemplos referidos por Shawn Achor y por Michelle Gielan en un artículo publicado en 2020:

  1. Asegurar el involucramiento de los líderes más senior de la organización. Es necesario que los ejecutivos de mayor rango hagan un esfuerzo especial por transmitir la importancia de las actividades que se están promoviendo (e.g. talleres, programas de reconocimiento, celebraciones). La forma de hacerlo es participar activamente de todas ellas, a pesar de tener una agenda llena de dificultades dados los tiempos que corren. Su ausencia será interpretada por los trabajadores como una señal de baja prioridad del programa y la vinculación con él será mucho menos efectiva.
  2. Facilitar la conexión entre trabajadores. Cuando se quiere pedir a las personas que impulsen un cambio e influencien el ambiente de trabajo, es necesario tener presente que no pueden hacerlo solas. Las modificaciones de comportamiento se retroalimentan cuando son hechas en grupo y la empatía que se requiere para avanzar juntos será un ingrediente adicional en la articulación de un mejor ambiente laboral.
  3. Introducir nuevos elementos a la rutina de los equipos. No es natural actuar con optimismo cuando se está en un entorno desafiante. Es necesario introducir patrones que ayudan a las personas a adquirir una nueva perspectiva. Buscar motivos para celebrar al interior del área, empezar las reuniones expresando algo por lo que cada participante se siente agradecido, son actividades simples que ayudan a cambiar el medio.
  4. Medir y comunicar los resultados. Cambios como los propuestos se traducirán en una evolución positiva de indicadores concretos: retención, desempeño, clima. El monitoreo de los resultados y la asociación explícita de ellos a los esfuerzos que se han hecho, ayudará a hacer el cambio sostenible y a valorarlo.

La constante identificación de las múltiples amenazas que nos asechan a todos, no solo acortará nuestras vidas sino que nos hará menos productivos en el desempeño de nuestras tareas. Promovamos un ambiente más alegre, positivo y optimista en nuestros círculos familiares, sociales y laborales. Así evitaremos angustiarnos por cosas que no ocurrirán, los peligros reales serán los mismos y podremos enfrentarlos con mucho mayor efectividad.

Diego Bacigalupo
Gerente de Desarrollo de Quiñenco S.A.

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