Economía de los pánicos, temores y anticuerpos

Miradas
13 Julio

Francisco Pérez Mackenna publicó en La Tercera la columna titulada “Economía de los pánicos, temores y anticuerpos”. En ella, el gerente general de Quiñenco invita a reflexionar sobre la necesidad de identificar las actividades de mayor riesgo de contagio, con el fin de focalizar en ellas los esfuerzos y políticas necesarias para volverlas más seguras para todos. A continuación, la columna completa:

 

El debate acerca de las proyecciones del Covid-19 me ha recordado una recomendación del premio Nobel de Economía, Lars Peter Hansen. Citando a Santo Tomas de Aquino, afirmó que en períodos como éste debemos “tener cuidado con el hombre de un solo libro” , porque los modelos que algunos veneran no son muy útiles para orientar políticas públicas cuando todo está cambiando (valores, parámetros, comportamiento de los individuos, etc.). La incertidumbre respecto de variables clave como la inmunidad de la población, la tasa de contagios y la vulnerabilidad de distintos grupos ha hecho que excelentes científicos, con buenas intenciones y herramientas sofisticadas, hayan fallado en sus predicciones.

En este ambiente, lo aconsejable es crear un proceso de control y aprendizaje, ir corrigiendo el rumbo en la medida que la información comienza a llegar a la sala de comandos. En materia de contagiados, Chile lidera los rankings por millón de habitantes, con casi 16.000 afectados. Sin embargo, muestra mejores cifras en tasas de letalidad. El número de fallecidos como porcentaje de los recuperados en el mundo ronda el 8`%>, mientras para Chile, es de 2,4%. Mas allá del drama humano que representa la pérdida de cada vida, que este valor sea bajo es un logro valioso. ¿Cómo es posible un milagro como ese en un país significativamente más pobre que el promedio de la Ocde? No se sabe a ciencia cierta, sería la respuesta aconsejada por Hansen.

Es posible que la letalidad del virus sea estacional, o que la resistencia al flagelo sea distinta por nuestra historia de vacunas, alguna diferencia genética o preponderancia de grupo sanguíneo. Quizás las poblaciones más vulnerables se han aislado mejor, y quienes se han contagiado sean mayoritariamente jóvenes. También puede tener que ver con que Chile identificó tempranamente la importancia de levantar la capacidad de camas UTI y respiradores. Probablemente, nuestra “primera línea” de profesionales de la salud ha hecho una labor extraordinaria. Encontrar las causas precisas tomará tiempo.

En el intertanto, deberemos seguir cuidándonos, especialmente si pertenecemos a grupos de riesgo. Investigadores de la Universidad de Berkeley encontraron evidencia de que las personas se cuidan de motu proprio. Los datos para los EE.UU. muestran que un 90% de las caídas de movilidad ocurrió antes de que las cuarentenas fueran decretadas por la autoridad. Por otra parte, Daron Acemoglu, del MIT, junto a otros investigadores, concluyó que los mejores resultados desde el punto de vista social se consiguen con políticas orientadas a fines y grupos específicos más que con cuarentenas masivas. Ellas incluyen testeos, trazabilidad y distanciamiento, y cuarentenas para los grupos más vulnerables. Esta focalización es relevante, porque el Covid ha puesto a las economías del mundo en modo de pánico. La movilidad, primero por el miedo y luego por las restricciones de la autoridad, cayó abruptamente, arrastrando consigo al crecimiento mundial. Para no quedarnos anclados en esa economía del pánico, debemos pasar de prohibir lo “no esencial” a limitar lo peligroso. Porque no es lo mismo prohibir caminar por un parque, actividad que se estima mayormente segura, que permitir el funcionamiento de una discoteque.

Con entrenamiento, inversión y tecnología se puede reducir la tasa de contagio de una actividad, es decir, su peligrosidad. Un buen ejemplo es lo que los profesionales de la salud han logrado al bajar sus riesgos en una de las actividades más peligrosas: atender enfermos con Covid en las UTI. Mejorando protocolos y tecnología, la tasa de contagio ajustada por comportamiento (Re) en estas áreas ha podido ir reduciéndose en el mundo, lo que es una muy buena noticia para la salud pública. Sin embargo, eliminar el pánico individual no depende de las estadísticas, ni siquiera de un decreto que dé por superada la crisis. Aun si lográramos reducir la probabilidad de enfermarnos, la normalidad tardará mucho en llegar y, tal vez, solo aspiremos a pasar a la etapa de la economía de los temores. Ello significa que, por el miedo al contagio, se mantenga la movilidad por debajo de lo habitual después de la cuarentena, y que la recuperación de la economía sea más lenta. Ese es otro argumento para separar de acuerdo al riesgo, haciéndonos cargo de algunos sectores para los que dar seguridad a sus usuarios será más complejo. Me refiero, por ejemplo, al transporte público y a los colegios. Sin eso, difícilmente pasaremos a la economía de los anticuerpos, cuando volvamos a la normalidad, pero habiendo aprendido y fortalecido la seguridad de nuestras actividades cotidianas.

Artículo publicado originalmente en la edición del domingo 12 de julio del diario La Tercera, suplemento Pulso, página 15

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