Hoy se habla de “capital humano” como si el concepto siempre hubiese existido y nadie pone en duda su importancia para el crecimiento de una economía. Sin embargo, no fue sino hasta la década de los 50 que se visibilizaron los vínculos que existen entre el desarrollo de dichas habilidades, los ingresos de las personas y el progreso de un país. En tiempos en que se busca la manera de dar respuesta a las demandas de los chilenos y de financiarlas de forma sostenible, la pregunta por el fomento y la protección del capital humano es ineludible. ¿Cómo se piensa impulsar el talento e incentivar su permanencia en un mundo globalizado?
El trabajo como factor productivo no equivale simplemente a la sumatoria de horas laborales indiferenciadas, sino a la combinación de múltiples habilidades, complementarias y susceptibles de ser desarrolladas. El Premio Nobel de Economía Gary Becker, precursor del estudio del capital humano, sugería que no habría un número fijo de roles asociados a mayor habilidad y, consecuentemente, a mejor remuneración. De acuerdo a sus planteamientos, las horas de alta remuneración aumentarían en economías donde se desarrollasen personas con mayor conocimiento y con la capacidad de generar más innovación. El mismo Becker citaba con frecuencia los ejemplos de Corea del Sur y Taiwán como economías que, sin contar con recursos naturales más allá de su población, habían conseguido generar riqueza en base al desarrollo de mejores sistemas educativos.
En un artículo publicado por el Banco Mundial en 2017, el economista turco Çağlar Özden destaca el papel que juegan los trabajadores de mayor calificación en el desarrollo de la economía. Desde roles como la academia, el diseño de políticas públicas y el emprendimiento, influencian el actuar de otros e impulsan el crecimiento. Lo anterior se da en el contexto de un mundo con fronteras cada vez más permeables, en el que el flujo de migrantes altamente calificados y sus destinos preferidos es muy concentrado, según muestran el propio Özden y sus coautores. Dos datos que constatan esta realidad:
En definitiva, países que ostentan un alto capital humano atraen gran cantidad de talento y migrantes de mucho potencial dejan sus países menos desarrollados en busca de mejores oportunidades, dando lugar a una inercia muy difícil de romper que favorece a economías con mayores niveles de desarrollo y golpea a países de menores ingresos. Esto es lo que se conoce como “brain drain” o “fuga de cerebros”.
Chile está atravesando un proceso introspectivo que, de encausarse correctamente, puede transformarse en una oportunidad. En ese contexto, vale la pena preguntarse qué políticas públicas ayudarán a crecer en capital humano y, a partir de él, avanzar hacia un mejor país para todos. A continuación, tres ejemplos donde hay espacio de mejora en la educación superior, los salarios líquidos y el fomento del emprendimiento:
El desafío de contener la fuga de talentos y, al mismo tiempo, ser un destino atractivo para personas de otras latitudes es fundamental para progresar y dar respuestas a las necesidades sociales que apremian a Chile. Por eso es esencial que se conduzcan con responsabilidad los procesos que pueden proyectar inestabilidad e incertidumbre política y social, habituales ahuyentadores de profesionales de alto nivel que vienen del extranjero. Al mismo tiempo, es importante evitar la proliferación de iniciativas que, aunque con una intención noble, terminan por mermar la rentabilidad esperada.
Nutrir, escalar y cuidar el capital humano de un país es la mejor manera de promover un mayor bienestar y de trazar una ruta hacia el desarrollo sostenible. En la búsqueda de estos objetivos el Estado, a través del diseño de políticas públicas, y las empresas, mediante la capacitación de sus colaboradores, tienen una importante labor que cumplir.