Una oportunidad para Chile

Miradas
02 Junio

Revista D de El Dínamo publicó la siguiente columna del gerente general de Quiñenco, Francisco Pérez Mackenna:


En mayo de 1930, dos hermanos, Louis y Caroline Bamberg, donaron US$ 5 millones, de los US$ 11 millones que habían recibido por la venta de su negocio a Macy´s, para la fundación del Institute for Advanced Study. El objetivo era establecer un centro académico bajo la visión educativa de Abraham Flexner, para reunir a connotados intelectuales en la tranquilidad del campus de la Universidad de Princeton, donde, sin presión alguna, explorarán lo desconocido. La idea, inspirada en un artículo de Flexner titulado La utilidad del conocimiento inútil, era generar conocimiento sin espe­rar nin­guna uti­li­dad inme­diata, pues la curiosidad -decía el autor-, más que la aplicación práctica, había originado los hallazgos más beneficiosos para la humanidad.

Así fue como al Instituto llegaron, a principios de los años 30, científicos como John Von Newmann, Kurt Gödel y Albert Einstein. Fue allí donde Von Newman diseñó la primera computadora, Maniac, la que da título al libro de Benjamín Labatut. A pesar de que con ese aparato se hicieron los cálculos para el desarrollo de la bomba de hidrógeno, lo que explotó fue el uso del computador, que ha evolucionado y se ha masifi­cado desde entonces.

Lo interesante de este ejemplo es que puede ser imitado hoy por un país como el nuestro, si nos proponemos crear un polo de desarrollo centrado en el capital humano. Cuando se piensa en el dinamismo de la economía, solemos concentrarnos sólo en las cosas o las actividades que aparentemente lo impulsan (cobre, litio, salmones, celulosa, etc.) más que en las personas, que son el eje del desarrollo humano y del crecimiento del ingreso per cápita.

¿Por qué enfocarse en el capital humano? Porque tiende a generar un efecto parecido a la fuerza de gravedad: mientras más se acu­mula en un lugar, más se atrae a ese lugar. Así como, según Eins­tein, la masa curva el espa­cio-tiempo atra­yendo lo que se acerca, el capi­tal humano curva el espa­cio-cono­ci­miento con­gre­gando a los sabios. Es lo que suce­dió en ese Ins­ti­tuto, o lo que pasa hoy en Silli­con Valley, o incluso en las ligas de Europa con los talen­tos de fút­bol.

La opor­tu­ni­dad para Chile puede ser ahora, ya que, así como en los años 30 los cien­tí­fi­cos arran­ca­ban de la Ale­ma­nia Nazi diri­gién­dose a Prin­ce­ton, hoy el clima de falta de tole­ran­cia por la diver­si­dad de pen­sa­miento ins­ta­lado en algu­nas uni­ver­si­da­des del hemis­fe­rio norte puede crear una dis­po­si­ción a migrar mayor a la habi­tual.

Chile tiene lo más difí­cil: un país dotado gene­ro­sa­mente por la natu­ra­leza y el clima, un hábi­tat ideal para radi­carse. Com­pa­ra­ti­va­mente hablando, es capaz de ofre­cer cali­dad de vida, bue­nas ins­ti­tu­cio­nes, tra­di­ción demo­crá­tica, aún bajas tasas de cri­mi­na­li­dad res­pecto de la región donde está empla­zado y un ingreso per cápita medio. Por supuesto que no todo es miel sobre hojue­las. Tene­mos una per­mi­so­lo­gía casi pato­ló­gica, una delin­cuen­cia al alza de la mano del cri­men orga­ni­zado e impues­tos que gra­van más que pro­por­cio­nal­mente al capi­tal humano.

Sin embargo, tam­bién hay zonas con poten­cial para atraer a las éli­tes del saber. Par­tiendo por la astro­fí­sica por la cali­dad de sus obser­va­to­rios, y ter­mi­nando con una indus­tria de la salud que bien puede trans­for­marse en una de clase mun­dial. ¿Por qué no ima­gi­narse un ins­ti­tuto como el de Prin­ce­ton en Val­di­via, San­tiago, Copiapó o cual­quier otro lugar? El punto de par­tida es pro­po­ner­nos esa ambi­ciosa meta de largo plazo como país, y plan­tar la semi­lla para cons­truir un polo de desa­rro­llo de clase mun­dial.

 

 

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